México atraviesa uno de sus más importantes retos. El COVID-19, vino a relucir las debilidades gubernamentales, pero también humanas. Seamos justos, en realidad, ningún País del mundo estaba preparado para el impacto tan profundo de la Pandemia.
Los estragos del virus son muchos y conocidos, se agotaron los sistemas de salud pública, se contrajo la economía, se perdieron empleos, se aniquilaron negocios y lo más lamentable, se perdieron vidas humanas.
Quien se iba a imaginar que un pequeño micro organismo invisible al ojo humano vino a arruinar el ego, la soberbia y el sentimiento de superioridad de toda la humanidad.
La arrogancia humana ha sido lastimada.
Ante la emergencia, el mundo intensificó esfuerzos para la fabricación y distribución de las nuevas vacunas para hacer frente al asesino silencioso que nos arrodilla, aún nos falta un largo camino.
A medida que la pandemia viva con nosotros, conocemos más a nuestro enemigo, su forma de transmisión, sus síntomas de ataque y las consecuencias posteriores por llevar a cabo un embate viral encarnecido con nuestro cuerpo.
La mayoría de los médicos y los gobiernos debaten sobre los estragos físicos de la enfermedad, pero muy pocos se enfocan a asimilar que las emociones humanas también son dañadas y deben ser tratadas.
El aislamiento y el miedo repercuten directamente al bienestar, aumentan la ansiedad, la depresión, el estrés y otros síntomas emocionales.
El cuerpo se debilita, la mente se cansa y el espíritu flaquea. Vivimos un deterioro de la inteligencia emocional humana.
Pero ¿Qué es la inteligencia emocional?
La inteligencia emocional es la capacidad de percibir, expresar, comprender y gestionar las emociones. Una persona que invierte en perfeccionar su inteligencia emocional, mejora su paz interior y la armonización de sus pensamientos.
Los rasgos con altos niveles de inteligencia emocional son personas equilibradas, extrovertidas, alegres, de comentarios mesurados, de trato amable y empático, tendientes a las actitudes positivas con los demás y son menos propensos a las depresiones y desilusiones.
Desafortunadamente, pocos se atreven a trabajarla pues es una tarea diaria y un ejercicio intenso y profundo de autocrítica.
Estimado lector(a): Con la pandemia, tus emociones se están desmejorando y tu inteligencia emocional se está desquebrajando. Quizá, aunque no te des cuenta.
Y TODO ESTO, ¿QUE TIENE QUE VER CON LA POLÍTICA?
Veámos, una sociedad afectada emocionalmente es una sociedad volátil donde se propaga la incertidumbre y el miedo transformándose en una pandemia emocional.
La pandemia emocional repercute a la ciudadanía en TODOS los aspectos, pues no existe un correcto desarrollo social, profesional y económico al ser víctimas de emociones debilitadoras. En realidad, siempre han existido afectaciones de esta naturaleza, pero con la pandemia, se incrementó exponencialmente su daño y ya genera un problema real.
Por eso creo que, nuestros gobernantes, deben estar atentos a la psique social, deben medir la temperatura de las emociones colectivas, pues un fuerte desequilibrio podría desencadenar más violencia, desánimo e indiferencia, pues se tiene como combustible: el miedo.
Nuestros gobiernos deben destinar recursos para la atención de la salud emocional colectiva, establecer políticas públicas de atención psicológica para mitigar la depresión, la ansiedad y otras complicaciones, así como iniciar jornadas tanatológicas para quienes desafortunadamente han perdido seres queridos y ayudarlos a encontrar la calma y la resignación.
Un gobierno interesado por mejorar la capacidad emocional de su ciudadanía es un gobierno REALMENTE preocupado por las necesidades humanas BÁSICAS, pues desea garantizar el bienestar del sujeto dentro de su entorno y contexto social con medios suficientes y útiles para su correcto desarrollo. Nos beneficia a todos.
Por eso, exijamos al servicio público que no intensifique el fuego con diálogos ásperos y voraces, que mantenga sus redes sociales libres de violencia que daña severamente la emotividad social, y que opte por soluciones reales y esperanzadoras. Es todo un reto en un año electoral, pero creo que todos preferimos las vidas que los votos.
¿Se han dado cuenta que hemos perdido el sentido de congruencia de paz?, pues le damos más atención a aquellas personas que lucran con la aspereza de su diálogo y no valoramos a aquellos(a) que son mesurados y prudentes.
Como sociedad, debemos coadyuvar y ser guardianes de quienes nos rodean, proteger y guiar a aquella amiga, amigo o familiar que se encuentre en una situación emocional desfavorable.
No permitamos que la pandemia emocional y sus efectos devastadores continúen apoderándose de nuestro País y de nuestra sociedad.
Todos juntos, gobierno y sociedad, debemos dar el paso a la unión, promover el vínculo humano y la suma de voluntades, por un solo objetivo: LA VIDA HUMANA.
¡Todos somos unos y todos somos México!
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