Conforme a nuestra Constitución, cualquier persona puede aspirar a un cargo de elección popular, nuestro máximo ordenamiento legal otorga ese derecho ciudadano en búsqueda de una democracia equitativa e imparcial, los aspirantes solo requieren reunir ciertos requisitos básicos y estar en pleno ejercicio de sus derechos, y así, cualquier mexicana o mexicano puede aspirar a ser diputado(a), senador(a), gobernador(a) o inclusive presidente(a) de la República.
Sin embargo, tanto la Constitución como las leyes electorales no obligan a que los aspirantes a cargos de elección popular cuenten con grados o niveles académicos, tampoco señalan que deban contar con algún tipo de experiencia previa ya sea profesional o social y aquí es donde confieso que tengo sentimientos encontrados.
Son hechos conocidos que en ocasiones, los partidos políticos seleccionan a las y los candidatos conforme a su fama o notoriedad pública de la profesión que desempeñan y no necesariamente son elegidos por su capacidad para enfrentar un cargo de increíble complejidad, como resultado, los gobernados obtenemos resultados deficientes que afecta nuestra economía y nuestros intereses particulares y colectivos, además de cargar con una inmensa tristeza pues como sociedad, sentimos que perdimos oportunidades valiosas para mejorar el País.
Tampoco es que esto nos asuste, ésta práctica no es nueva y no es exclusiva en México, es una tendencia mundial en cualquier sistema electoral.
No me malinterpreten, una parte de mi celebra que la participación ciudadana para aspirar a cargos de elección popular aumente pues habla de un sentimiento que busca mejorar las condiciones sociales, hemos visto muchos casos de ciudadanas y ciudadanos que optan por un giro total de sus profesiones para dedicarse de lleno a la política, sumar diferentes voces, de diversos gremios y profesiones siempre será positivo para alcanzar una democracia moderna y competitiva, pero no les quiero mentir, otra parte mi se encuentra perdida en una mezcla de preocupación y alarma al ver un notable incremento de esta práctica electoral donde desafortunadamente la realidad nos ha demostrado que aquellos que han aspirado a cargos de elección popular con poca preparación profesional, social y humana no dan los resultados esperados por la ciudadanía.
Respeto y admiro a quienes busquen un cargo político proveniente de cualquier profesión, es legal y totalmente válido, pero mi objetivo es compartir mi visión de generar un cambio de consciencia y honestidad electoral, esto lo entiendo como tener la suficiente RESPONSABILIDAD HUMANA Y SOCIAL para seleccionar y postular a las y los mejores candidatos, dicha responsabilidad no solo deberá corresponder a los partidos políticos, sino también en última instancia a los propios aspirantes quienes, en brutal honestidad deberán reconocer si cuentan o no con las capacidades suficientes para el encargo que se les propone, los resultados hablarán por ellos mismos. Este ejercicio de consciencia y honestidad colectiva electoral de todas las partes involucradas es verdadero patriotismo, porque lejos de los intereses personales y partidistas, está el amor a la Patria, para cuidarla, protegerla y defenderla.
Gobernar es una de las actividades humanas más complejas, representar a millones de personas de diferentes ideologías conlleva una gran responsabilidad, pero tengo que confesar que fiel a mi ideología creo que aquellas y aquellos aspirantes a cargos públicos que cuenten con una mejor preparación no solo académica, sino también social y humana aumentarán potencialmente las posibilidades de comprender las problemáticas, proponer solucionares y ofrecer resultados.
Coincido con Diego Crescente -socio de MAS Consulting- pues en su publicación del diario “LA RAZÓN” señala que las 6 cualidades del liderazgo político del siglo XXI son: (1) la credibilidad, considerada como la cualidad más importante actualmente, (2) la firmeza, pues la política no es terreno para pusilánimes, (3) la autoridad, para ejercerla en cumplimiento de la ley, (4) la honestidad en su amplio espectro, (5) la convicción, pues el político actúa conforme al diálogo, no a la imposición, y (6) la empatía, que es la facilidad para “ponerse en los zapatos del otro” y comprender sus problemas, y con el permiso del autor, me permito agregar una más, la CONGRUENCIA que deberá tener todo político que, para aspirar a un cargo público de elección popular se encuentre plenamente PREPARADO.
México necesita una nueva generación diferente de políticos que sirva a tod@s, que rompan paradigmas y que con sus resultados y actos inspiren a los demás para asumir con responsabilidad la toma de decisiones. Necesitamos personas preparadas más que improvisadas, con visión colectiva de futuro, personas abiertas y receptivas, con fortaleza para actuar y sensibilidad para escuchar.
¡Ese tipo de políticos, de servidoras y servidores públicos necesita México!
#LaVoluntadEsElCambio ®
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